¡Bienvenidos!


miércoles, 31 de marzo de 2010

El Crisol Familiar

“Es una tragedia familiar de tono menor. Carl y Ann le están enseñando a su hija Leslie, de sólo cinco años, a jugar un nuevo videojuego. Pero cuando Leslie empieza a jugar, los intentos exageradamente ansiosos de sus padres por “ayudarla” sólo parecen entorpecer su desempeño. Surgen distintas órdenes contradictorias.
A la derecha, a la derecha… ¡Para! ¡Para! - dice Ann, la madre, en un tono cada vez más intenso y ansioso mientras Leslie, mordiéndose el labio y mirando fijamente la pantalla, lucha por seguir esas instrucciones.
Mira, no es en línea recta… ¡Ponte a la izquierda! ¡A la izquierda!- ordena bruscamente Carl, el padre de la niña.
Entretanto Ann, con los ojos en blanco por la frustración, grita con la intención de taparle la voz:
- ¡Para! ¡Para!
Leslie, incapaz de complacer a su padre y a su madre, tensa la mandíbula y las lágrimas empiezan a nublarle la vista.
Sus padres empiezan a discutir, pasando por alto las lágrimas de Leslie.
¡No está moviendo el control como corresponde!- le grita Ann a Carl, exasperada.
Las lágrimas empiezan a rodar por las mejillas de Leslie, y ni su padre ni su madre dan muestras de darse cuenta o de que eso le importe. Cuando Leslie levanta la mano para secarse las lágrimas, su padre le grita:
De acuerdo, vuelve a poner la mano en el control… vas a prepararte para disparar. ¡De acuerdo, adelante!
Su madre gruñe:
¡De acuerdo, muévela apenas unos centímetros!
Pero a estas alturas, Leslie está sollozando, a solas con su angustia”.

En estos momentos, los chicos aprender lecciones decisivas. Para Leslie, una conclusión de este doloroso intercambio podría ser que ni su padre ni su madre, ni nadie — si a eso vamos – se preocupa por sus sentimientos. Cuando momentos como este se repiten infinidad de veces a lo largo de la infancia, inculcan alguno de los mensajes emocionales más fundamentales de toda una vida: Lecciones que pueden definir el curso de la misma. La vida en familia es nuestra primera escuela para el aprendizaje emocional; en esta caldera aprendemos cómo sentirnos con respecto a nosotros mismos y cómo los demás reaccionarán a nuestros sentimientos y qué alternativas tenemos; a interpretar y expresar esperanzas y temores. Esta escuela emocional no sólo opera a través de las cosas que los padres dicen o hacen directamente a los niños, sino también en los modelos que ofrecen para enfrentarse a sus propios sentimientos y a los que se producen entre marido y mujer.
El Dr. T. Berry Brazelton, eminente pediatra de Harvard, señala que la buena disposición de un niño para la escuela depende del más básico de todos los conocimientos, de cómo aprender. El Dr. Brazelton presenta una lista de siete ingredientes clave de esta capacidad crucial, todos ellos relacionados con la inteligencia emocional:
Confianza. La sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la sensación y el mundo; la sensación del niño de que lo más probable es que no fracase en lo que se propone, y de que los adultos serán amables.
Curiosidad. La sensación de que descubrir cosas es algo positivo y conduce al placer.
Intencionalidad. El deseo y la capacidad de producir un impacto, y de actuar al respecto con persistencia. Esto está relacionado con una sensación de competencia, de ser eficaz.
Autocontrol. La capacidad de modular y dominar las propias acciones de manera más apropiadas a la edad; una sensación de control interno.
Relación. La capacidad de comprometerse con otros, basada en la sensación de ser comprendido y de comprender a los demás.
Capacidad de comunicación. El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás. Esto está relacionado con la sensación de confianza en los demás y de placer en comprometerse con los demás, incluso con los adultos.
Cooperatividad. La capacidad de equilibrar las propias necesidades con los demás en una actividad grupal.
(Fuente: Págs.. 225-228 del libro “La Inteligencia Emocional” . Autor: Daniel Goleman)



COMO DESARROLLAR UNA ATENCIÓN POSITIVA
Preocuparse por los niños y consentir cualquiera de sus caprichos son dos cosas muy diferentes. Atención positiva significa brindar a los niños aliento y apoyo emocional en forma tal que resulten claramente reconocidos por el niño. Este tipo de cuidado es algo más que un elogio por una buen calificación obtenida en una prueba, o un abrazo y un beso de buenas noches. Implica una participación activa en la vida emocional de su hijo. Esto significa jugar con sus niños más pequeños o participar en actividades con sus hijos mayores en una forma que no resulta muy diferente de lo que experimentan los niños en un asesoramiento profesional.
Para los niños de menos de nueve años, el Dr. Russell Barkley en su libro Taking Charge of ADHD sugiere que los padres fijen un período particular para participar con su hijo. Durante este período, se debe crear una atmósfera carente de juicio, en la que pueda translucirse interés, entusiasmo y aceptación. Los principios generales del “tiempo especial” incluyen:
Elogie a su hijo por las conductas adecuadas, pero sea preciso, sincero y evite la adulación excesiva.
Demuestre interés por lo que su hijo está haciendo, participando en la actividad, describiendo lo que ve y reflejando sus sentimientos cuando sea posible.
No haga preguntas, ni de órdenes. Su trabajo es observar y reflejar lo que usted ve, no controlar o guiar.
Si sus hijos tienen más de nueve años, sería demasiado difícil programar horas de juego rígidas; debería más bien buscar oportunidades para pasar un tiempo similar con sus hijos desarrollando actividades apropiadas según la edad, sin emitir juicios. (Fuente: Págs. 42-44 del libro “La Inteligencia Emocional de los Niños”. Autor: Lawrence E. Shapiro)

No hay comentarios:

Publicar un comentario