Blog del Departamento de Psicopedagogía y Asesoria Tutorial Lissoniano
¡Bienvenidos!
Escuela para Padres
Claves indispensables a la hora de poner límites:
Claridad en los mensajes. Al poner límites, debemos utilizar oraciones cortas y asegurarnos de que el mensaje resulta claro. Debemos pedir al niño o niña que repita lo que se le ha dicho para reforzar el mensaje.
Límites consistentes. Los límites no deben depender de nuestro estado de ánimo, ni del éxito o fracaso de la jornada laboral.
Firmeza en las decisiones. Propongamos lo límites como decisiones ya tomadas. Si lo hacemos en tono de pregunta o sugerencia, el niñ@ será quien elija.
Somos los adultos los que sabemos qué es lo mejor para él. Desaprobar la conducta, no al niñ@.
Los hij@s deben comprender que, más allá de sus conductas, prevalece el amor de sus padres. Debemos descalificar la conducta inapropiada sin humillar al niño o a la niña.
Límites razonables. Tener en cuenta la circunstancia, la edad y la madurez del niñ@.
A veces se confunde la rebeldía con la irresponsabilidad propia de la infancia. Procuremos no exigir a nuestros hij@s conductas imposibles para ellos.
La importancia de dar razones. Hay límites en determinados hogares que se vuelven reglas familiares y que no son cuestionados, se interiorizan sin más. En cambio, hay otros que surgen ante una necesidad y merecen una explicación. Ofrecer argumentos o razones que justifiquen un límite a nuestros hijos/as dará coherencia a nuestros actos y pensamientos.
También decir sí. Suele ser frecuente acompañar los límites de imposiciones (“no hagas eso”, “¡no toques!”…) Plantear el límite en términos positivos; decirles “mejor hazlo así”, resultará sumamente valioso.
Permitir que opinen. Si fomentamos la participación de los hijos en la creación y en la redacción de las normas y límites, habrá más posibilidades de que las cumplan de forma natural. Límites sólo a las conductas.
Los límites siempre deben estar orientados a regular conductas, no sentimientos. Podemos pedirles que realicen o no tal cosa pero no les podemos exigir que no expresen sus sentimientos, que se rían, lloren o se enfaden.
Apelar a las consecuencias naturales y lógicas. Las consecuencias naturales son aquellas situaciones que se producen como resultado de conductas incorrectas; no debemos evitarlas porque enseñan. Por ejemplo, si el niño rompe un juguete de su hermano, la consecuencia lógica a la que deben apelar los padres será inducirlo a que trate de arreglarlo. Reparar el error cometido será parte de su aprendizaje.
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